10 dic 2009

Cielo artificial

El astrónomo Roger Angel ha propuesto una excéntrica sombrilla: billones de deflectores del Sol, de un metro de diámetro, orbitando a 1.6 millones de kilómetros de la Tierra. La nube de discos disminuiría la luz solar en 2 % aproximadamente. La sombra no sería tan profunda como se muestra aquí, pero se esparciría sobre el planeta entero y lo enfriaría varios grados.

Sombreando la Tierra
Si no reducimos el uso de combustibles fósiles con la rapidez suficiente, el 
calentamiento global se nos puede salir de las manos. Algunos científicos dicen que necesitamos un plan B: una sombrilla gigante para enfriar todo el planeta.

Algunos lo llaman hibris; otros, razonamiento frío. Pero la idea de combatir el calentamiento global diseñando deliberadamente un clima más fresco –por ejemplo, construyendo alguna especie de parasol planetario–
ha migrado recientemente de lo alternativo a la ciencia dominante. Ya estamos modificando el clima accidentalmente, dicen los partidarios de la geoingeniería; ¿por qué no hacer algo intencional e inteligente para detenerlo? Esperen, dicen los críticos. El calentamiento global nos muestra que entendemos muy poco a la Tierra como para aplicarle ingeniería sin que existan consecuencias no intencionales pero posiblemente desastrosas. Ambas partes están preocupadas de que los hechos a nivel Tierra –aumento en el nivel de los mares, derretimiento de los hielos, cosechas malogradas– obliguen a suspender el debate sobre geoingeniería. “Si un país comienza a pensar que está en sus intereses vitales hacerlo, y tiene el poder suficiente, me parece difícil imaginar que no lo haga”, dice Ken Caldeira, experto en clima de Carnegie Institution.

Caldeira habla de la forma más sencilla y económica de geoingeniería: construir una sombrilla en la estratosfera, hecha con millones de toneladas de partículas reflectantes diminutas, como sulfatos. Aeroplanos, globos, cañones militares apuntados hacia arriba, no escasean los posibles vehículos de envío. Y existen pocas dudas acerca de la posibilidad de enfriar la Tierra de esa forma, porque los volcanes así lo hacen. Después de la erupción del Pinatubo en Filipinas, en 1991, lanzando 10 millones de toneladas de azufre a la estratosfera y esparciendo una bruma que redujo la intensidad solar en el planeta, la temperatura promedio anual descendió en unos 0.6 grados Celsius.
Con partículas diseñadas minuciosamente, los geoingenieros podrían requerir sólo de una fracción de todo ese tonelaje; aunque las partículas tendrían que ser 
enviadas continuamente, año tras año, debido a que 
salen de la estratosfera. No obstante, dice Caldeira, el esquema de sulfatos sería “prácticamente gratuito en comparación con los otros costos para mitigar el cambio climático”.

Uno de esos esquemas costosos es el de la idea sugerida por Roger Angel, eminente astrónomo y diseñador de telescopios de la Universidad de Arizona. Él ha propuesto lanzar, al espacio entre la Tierra y el Sol, billones de discos de nitruro de silicio, de un metro de ancho y más delgados que un pañuelo desechable –cada disco es un robot autónomo con un peso menor a un gramo–, donde podrían desviar la luz solar. Según los cálculos del propio Angel, este esquema tardaría décadas y costaría billones de dólares. Con esa cantidad de tiempo y dinero podríamos desentendernos de los combustibles fósiles y, de hecho, resolver el problema del clima, por mucho el mejor resultado, con el cual Angel y la mayoría de los partidarios de la geoingeniería estarían de acuerdo. Desafortunadamente, a pesar de que la recesión ha frenado de manera temporal el aumento de las emisiones de bióxido de carbono, no hemos tenido un avance real hacia esa meta. Algunos dicen que el tiempo se nos acaba.

Si colocáramos un parasol sin restringir las emisiones de gases y luego este fallara, el accidente climático ocasionaría un desastre: el calentamiento global que habríamos estado enmascarando se presentaría de inmediato. Esa sería la peor de las consecuencias no intencionales de la geoingeniería, pero podría haber otras –daños a la capa de ozono, tal vez, o un incremento de las sequías–. Si el CO2 continúa en aumento, sin embargo, es posible que enfrentemos emergencias mayores. Y lo que alguna vez parecía hibris demencial, podría convertirse en realidad.




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Grupo 1.

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